La última etapa. Para algunos, la más larga, parece que nunca llegas a Santiago, y cuando llegas, andas en sus calles, y nunca llegas a la catedral.
Mención especial al Monte do Gozo, ciudad de vacaciones. Ese destrozo que recuerda a los campos de concentración. Si algún día haces el camino, ni se te ocurra planificar hacer noche allí, pq da pena lo comercial que es. Ha perdido todo el significado que tenía antaño “Monte do Gozo”
Llegamos a Santiago, a la catedral concretamente, a las 11:40, fuimos directamente al lateral para que nos cruñaran, y nos apuntaran para decirnos en la misa. Tras una cola, no muy larga, llegamos a tiempo a la misa del peregrino. Impresiona ver una iglesia llena de mochilas, de gente sudada, en deportivas, con bastones, barbas de varios días…. Y… la verdad, es que fue un poco aburrida, excepto por los momentos en que una monjita cantaba
Después de la misa fuimos a la plaza del Obradoiro, y nos tiramos al suelo, mirando a la catedral. Fue un momento triste pq se había acabado el Camino, los madrugones, andar Km.,… ¿Y ahora que? ¿Volver a la rutina? Todavía estoy triste, todavía pienso sobre ello.
Nos alojamos en el Hostal Beltran, en la calle Preguntoiro. Lo recomiendo mucho. Julia, la dueña, es una persona muy simpática y amable. Es una antigua casa, parece que, de pronto, vuelves al siglo XIX, todo está muy bien cuidado. La habitación doble cuesta 20€, está limpio, en el centro centrísimo y con vistas a la catedral.
Y ya, en Santiago, pasamos de peregrinos, a unos turistas más, con palos y hechos polvo. Comimos en Casa Manolo, muy bien, y en el Xacobus (cervecería gallega). También muy bien.
Fuimos a abrazar al santo, a la tumba del apóstol, a darnos cabezazos con la columna. Fuimos a varios museos y algunos parques.
Y desde aquí, quiero hacer un llamamiento a los peregrinos para crear un cementerio de palos. Esos palos-bastón que tanto apoyo nos dan en el camino, esos que sabes, que en tu casa… al menos en mi caso, no entran ni queriendo pq no tengo sitio casi ni para mí. Nosotros los dejamos en el parque San Domingo de Bonaval, con mucha pena, la verdad.
Yo quiero hacerelo es una de las cosas que me van a quedar pendiente, no se para que año pero ya para mi este año se acabaron las vacaciones en cuanto vuelva,………puf proyectos proyectos y proyectos.
Ofú, de verdad… que depresión entra cuando te ves allí, rodeado de gente, ya no peregrinos. Es que te encuentras como perdido, ¿no? Sin meta, sin objetivo… Seguro que eso tiene algún nombre, la depresión de la llegada, o algo…
Hola.
Muchos peregrinos dejan sus bordones en la entrada de la Oficina del Peregrino.
http://www.flickr.com/photos/freecat/262203274/
Pero sería una buena idea crear un cementerio de bordones en santiago y otro en Finisterre.
Un saludo ;-)